Tantas injusticias, abusos, guerras por el poder, odios, discriminaciones, y muchas dolorosas realidades más que nos rodean, y que mi boca se calla..."MIS MANOS LO HABLAN"

maría ayala

jueves, 9 de octubre de 2008

DE AZÚCAR Y PAPEL II por María Ayala



¿Estará el mundo lleno de los mismos cabrones? me pregunté otro día de otro tiempo. Al año siguiente me topé con otro respetable de la educación...de la des-educación será; el muy infeliz me pegó el primer día de clases porque no llevé un libro: “¿De manera que tú, india renegrida, no trajiste tu libro? ¡ven acá! —me replicó jalándome bruscamente fuera del pupitre-, a empujones me llevó frente al salón habrase visto ruindad más ruin, ni mi padre me había puesto la mano encima a pesar de mi carácter iracundo y ese cabrón ordenó que me pegaran con el metro como si con eso fuera a medir el ancho de mis nalgas, en un descuido y era lo que pretendía, bajarme luego los calzones y medir la marca pintada como la rúbrica de su mejor obra, lo bueno fue que se espantó con mi llanto desaforado si no hasta mi trasero habría quedado grabado para el recuerdo en todos mis compañeros.
Mis conocimientos se disgregaban entre malditos hijos de puta era como un cuento de horror de siempre empezar; me odiaba el infeliz y nunca supe por qué, debí haberme parecido a alguien que le traía malos recuerdos...entre aguantar las ganas de orinarme por el miedo le recordé sí, pero a su chingada madre apretando los dientes y cerrando los ojos.
Me jaló de mi vestido rompiéndolo hasta dejar fuera uno de mis pechos que eran tan grandes como mi vergüenza y mi pavor; aún no usaba brassier, mi madre me decía que era muy niña para eso pero mis “bubis” lo ignoraban y crecieron con anticipado tiempo o con desmedido tamaño sin pensar en mí… ¡mis pechos eran de mujer! y mi mano tan pequeña que no alcanzaba a cubrir al ultrajado "globo" que saltó sin modestia alguna. Yo tiesa y el miserable profesor, sin dejar de zarandearme, no me bajaba de “india renegrida” de ahí pa’l real me agarró de su puerquito.
Cuando le quise explicar la razón de mi imperdonable descuido, negligente y atroz como el más de mis pecados —como el de “impureza” por ejemplo, que así me decían los padrecitos cuando me iba a confesar, pero que a mí me parecían más bien placeres de adolescencia—, me dijo que yo debía callar...callar como si yo fuera muda. Yo quería gritar pero mi grito se ahogó en el océano de mi humillación. Aún recuerdo las miradas de mis compañeros, estaban tan asustados como yo... bueno no como yo, yo estaba a punto de un infarto al “mío-cardio” aunque creo que ellos estaban a punto del suyo también...si eso era el primer día de clases, ¿qué nos esperaba el resto del año escolar?
La adrenalina se extendió por todo mi sistema circulatorio proyectándome un aura color de miedo; la cabeza me latía a punto de estallar, quise por un momento ser un globo de gas para salirme por la ventana y antes de dejarme llevar a las alturas decirle al hijo de puta hasta de lo que se iba a morir. Había salido en la mañana llena de ilusiones a mi primer día de clases (liberada por fin de aquel abusador de mente depravada) con mi vestido verde de banda almidonada rodeando mi diminuta cintura sintiéndome la más bonita, pero el muy desgraciado mató en unos minutos mi vanidad de mujer que apenas despertaba.


Recuerdo que esa noche y muchas más mordía la almohada para que mi hermana no me escuchara llorar, supe entonces lo que sienten las chinches, me sentí una más. Qué manera tan cruel de castigar mi vanidad de mujer que apenas despertaba, más bien que ya agonizaba. Me imaginaba que me atragantaba con los pedazos de almohada enfundada de algodón con las iniciales de mi nombre (MG) bordadas tan meticulosamente por mi madre, la eme luchaba con mi campanilla mientras la ge se ahogaba en la resequedad de mi paladar. Yo quería morir, morirme toda en la flor de la vida, no quería que amaneciera, no quería volver a aquel plantel de la tortura y enfrentarme al pinche verdugo que se pretendía maestro y ratificar los conceptos creados en las mentes de mis compañeros: “Ahí viene la chichona” me parecía escucharlos desde los ojos. Si yo era una niña buena y aplicada que no tenía culpa de ser de piel fuliginosa y pezones erectos (como diría Chabela Vargas), ¿por qué la vida me hacía tan mala jugada, qué había hecho tan condenable para pagarlo tan caro? yo sólo gustaba de jugar con mis muñecos a los trastecitos y ver en la televisión al Llanero Solitario con su caballo Plata o a Betty Boop después de obedecer a mi mamá y hacer mi tarea para que mi papá se sintiera orgulloso de mí... de nueva cuenta había dentro de mí o más bien fuera de mí, preguntas que no me daban respuestas, con la tormentosa desventaja de ser mujer y no hombre, de ser alumna y no maestro porque además, para colmo de mis pinches males, al exponer mi tragedia con todos los detalles (hasta lo que le dije al cabrón) ante mis padres, obtuve por toda respuesta: “
Tú debiste callar y guardar respeto a tu maestro”.
La contradicción que me torturaba por dentro era que tenían razón en cuanto a guardarle respeto a mí MAESTRO pero no a un hijo de puta aprovechado de mi inferioridad ante él (ni el él debería acentuarlo porque ni un acento se merece el cabrón para describirlo).


A veces quiero estar sola acompañada o acompañada sola con mis pensamientos. Pensar me acerca a mí, me aleja de todo y de todos; sólo me agradas tú ahí dentro —me digo—, dentro de mi cabeza ríes y me haces reír, me gustas cuando ríes porque recuerdo cuando reías y no tenías miedos, no te los habían presentado, también me gusta cómo sueñas aunque en realidad no sueñas, vuelas y logras llegar al mar donde hasta las tempestades son hermosas...



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No creían que lo iba a hacer pero lo hice, soy otra, era lo que querían —qué tonterías digo, era lo que NO querían—, queriendo me habían llevado en la oscuridad de mí, era una distinta yo la que habitó con ellos por tanto tiempo, treinta y más años para ser exacta... bueno, exacta sería si dijera cuántos eran los años más pero no me da la gana decirlos a fin de cuentas nadie me reprende ya porque no me dejo, hago lo que quiero y quiero lo que hago y el decir “más años” me acerca a una exactitud —creo yo—. Cada noche que me cuento un cuento de amor y esos fantasmas que me oscurecieron se han ido desintegrando es como exorcizarlos —las maravillas que hace el amor—, estoy feliz de volar con las alas que me dio "alguien" una mañana como aquello de las 12 menos 20 —insisto, qué manera más pendeja de dar la hora, pero me adjudico la forma mas no por pendeja sólo por joder.


Mis días y mis noches se han pintado de azul, las mariposas Monarca emigraron a mi estómago, pasaron por ahí el 10 de febrero haciéndome sentir en la piel mis bellos dieciseis; quién me iba a decir que a más de medio siglo de vida —cincuenta y siete pocos años—, yo era de nuevo de dieciseis. Me renové y hasta estoy escribiendo cosas nuevas, aunque digan que no, el amor también llega en invierno y esta pasión que me quema me trajo veranos calientes de fuego eterno, los mismos que había extraviado cuando la soledad me instaló en largos períodos de frío “inmitigable” —me gusta esto de inventar palabras—, este amor no va a morir nunca porque no lo dejaré morir... (yo me entiendo)… ¡Qué bonito beso me dio!



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Corría poco más de la mitad de la década de los 60’s época de poca madre para mí; el crepé, las mallas, los sweters abultados y coloridos, el Rock, Enrique Guzmán y los Teen Tops con La Plaga, Los Hooligans y Agujetas de color de rosa, Los Beatles y Yesterday...Contaba con quince años, fue entonces que me enamoré por primera vez. Era tan grande el amor que le prodigaba a aquel niño hombre del cual me sentía perdida en la selva de sus dorados cabellos y en los verdes lagos profundos de sus hermosos ojos que estuve a punto de volverme loca de amor. Los momentos negros habían quedado atrás, la vida me brindaba otras manos, hermosas manos que interpretaban música, que al tomar las mías me llenaba de sensaciones extrañas dentro de mí; hermosas manos que se entremetían en mis piernas las que con impulsos temblorosos abría yo como un compás —quien dijera que una vez fueron como llave de presión, mis piernas entonces de niña luego de mujer... transformación, evolución, ¡quien sabe! pasión, amor... ¡lo más seguro! mi aliento olía a anís porque anís me destilaba por la piel y así fue por algunos años...
—Hola, Chaparra ¿vamos al cine? —. Yo sentí que la emoción me invadía, lo amaba tanto, era mi vida era mi todo, para mí no existía nada más allá de él.
—Claro, claro, ¿dónde nos vemos? —le contesté pensando de inmediato que en la oscuridad del cine aquella boca sería toda mía y que volvería a facilitarles el camino para llegar a mi monte —mío no de Venus—, a aquellas manos hermosas que interpretaban música.
—Afuera del cine Juárez, ¿te parece que vayamos a la función de las dos?
—Sí...okay, Cielo ahí te veo —no le decía Universo porque no era nada sutil pero él era más que un cielo para mí...lo que nunca supe fue qué era yo para él. Le di las gracias a mi hermano casi sin hablar cuando me dejó a las puertas del cine, bajé apresurada del carro, llovía copiosamente, por supuesto que no estaba mi “universo” pero me reprochaba cuando mi intuición quería convencerme de que no llegaría; esperé muchas horas como las horas de todo un año y todo el cosmos me aplastó sin piedad. Desilusionada salí de ahí sin reparar en que no sabía cómo regresar a mi casa (me había vuelto niña bien por lo que no abordaba camiones y no tenía permiso de tomar taxis: “por ningún motivo” me enfatizaba mi papá). Comencé a caminar sin rumbo, sin rumbo yo y desrrumbado se quedó mi corazón o desbrujulado o como sea, el caso es que estábamos perdidos los dos, mi corazón ya no quería latir, yo no hacía otra cosa que llorar.


No sabía qué me dolía más si mis pies, el frío de mi empapado cuerpo o la humillación; afortunadamente mi sentido de orientación hizo su debut y después de varias horas llegué a mi casa, había caminado desde la calle Juárez hasta la colonia Contry (unos 15 Km más o menos). Cuando entré a la casa corrí a hurtadillas hasta mi cuarto a cambiarme tenía que resguardarme de otra lluvia: la de reproches de mi madre, por pendeja... al poco tiempo me enteré que el amor de mi vida andaba con otra con la que finalmente se casó...me sentí perdida en la vida, sin tierra, sin universo, sin aire, sin su boca, sin caricias de manos que tocaban música...lo amaba demasiado, no concebía mi vida sin él, sin sus besos, sin volver a ver aquel hermoso rostro que me sabía de memoria. ¿Me castigaba la vida por mis pecados de amor? tal vez me castigaba el amor por no darle más vida a mis pecados...



©


¡HASTA CUÁNDO!

Infranqueables muros se solemnizan en el vientre preñado de la ambición.

Los Caínes son el fruto de las incestuosas relaciones entre el poder y la avaricia.

El presente se queda dormido en los brazos de la esperanza, el futuro se ahoga en la garganta del profeta y la fe: secuestrada continuamente para ser negociada a cambio de la voluntad, la que termina prostituyéndose en los brazos del temor o la apatía; así todo continúa en una espiral interminable donde el conocimiento del respeto al derecho ajeno, la verdad, la justicia y la libertad, celosamente se guardan en cuevas de ladrones o son vedados tras fuertes murallas, muriendo antes de nacer para los que cómodamente se duermen y los que cobardemente se callan...

María Ayala ©



AL PASO QUE VAMOS, NOS VAN A QUEDAR SÓLO FOTOS DEL RECUERDO...

CERRO DE LA SILLA - ANTES

CERRO DE LA SILLA - ANTES
¡NO A LA DESTRUCCIÓN MASIVA DE NUESTROS CERROS!

CERRO DE LA SILLA - HOY

CERRO DE LA SILLA - HOY
ALTO A LA DEPREDACIÓN DE NUESTRO PATRIMONIO NATURAL!

¡NO A LA DESTRUCCIÓN MASIVA DE NUESTRAS MONTAÑAS Y CERROS!

El azul del cielo contrasta con la blanca sangre petrificada en el costado del Cerro de Las Mitras...en su otro extremo se vislumbran interminables implantes de concreto.
Se desliza avasallador un cúmulo de casas y edificios mustios en las faldas del Cerro de la Silla...
Tejabanes, edificios abandonados, antenas, mensajes navideños, propagandas baratas ¿? de campañas...rastros de árboles mutilados se divisan a lo lejos sobre nuestras queridas montañas...
Nuestros cerros sangran grietas que no cicatrizarán nunca, sollozan sus riscos lágrimas de lluvia y luces apagadas...sepultan en sus entrañas su poderío los dormidos dioses; hinchan sus sagrados cañones las máquinas infernales de los hombres y las cimas de nuestros cerros se pueblan de silenciosos miedos por lo que les depara el mañana...se sobrecogen al pensarse convertidas en suelo de lúgubres moradas... a costa de la vida mágica de sus hermosos bosques.

María Ayala

*Artículo publicado en la Revista Oficio del mes de Marzo/2008/Vol.XIX

http://redescolar.ilce.edu.mx/redescolar/publicaciones/publi_prodigios/cerro-de-la-silla/silla.htm

CERRO DE LAS MITRAS

CERRO DE LAS MITRAS
Moonterrey, N.L., Mx.
APRENDAMOS...
Vientos serenos, vientos de sol; de alas de aves que construyen nidos infatigablemente dignificando el trabajo, idealizando con cantos la supervivencia.
Vientos de polvo por donde transitan las semillas que germinan en la tierra para el bienestar del hombre, mismo que destruye sin conciencia la dádiva de la vida.
Vientos de hormigas que edifican castillos sin violar las leyes de la Madre, que deshojando sin talar árboles previenen el hambre...que sin armas ni escudos se lanzan a la guerra; calculan, respetan, afanan, se apoyan unas a otras, son vientos de antenas con lenguajes misteriosos y desconocidos con las que se saludan cordiales o simplemente se comunican sin llegar a reñir por los espacios de las veredas que transitan...


María Ayala
*Artículo publicado en la Revista Oficio del mes de Marzo/2008/Vol.XIX

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Las imágenes son tomadas de la Web, en la "sidebar" dejo una aclaración.

Atentamente,

María Ayala